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La dieta es un factor decisivo en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares así como de colesterol. Las personas vegetarianas y que se alimentan mayoritariamente de pescado apenas padecen enfermedades cardiovasculares. La dieta que cada individuo lleva depende de muchos factores, ya sean políticos, religiosos, culturales, etc… De ahí que el riesgo de padecer diversos tipos de enfermedades sea diferente en cada cultura.
Cuando se diagnostica que se tienen los niveles de colesterol elevados, hay que seguir unas pautas para su tratamiento. En primer lugar, es importante conocer si se padece sobrepeso; si es así, corregir ese peso de más será el primer paso. Al bajar de peso los niveles de colesterol en sangre disminuyen. Una persona obesa tiene el doble de posibilidades de tener el colesterol elevado que una con un peso correcto y de tres a cuatro veces más de padecer un nivel alto de triglicéridos. Cuando ya tenemos controlado el aspecto del peso, reduciremos el aporte de grasas a través de la dieta.
Una dieta adecuada debe ser equilibrada, es decir, con variedad de alimentos. También debe tenerse en cuanta que las necesidades cambian según el sexo, la edad y el estado fisiológico, por lo tanto es interesante conocer que necesidades tiene nuestro cuerpo en cada una de estas situaciones.
Las grasas a aportar por la dieta deben de ser monoinsaturadas y poliinsaturadas ya que tienen la propiedad de reducir las LDL (colesterol malo) y aumentar las HDL (colesterol bueno). Se encuentran en las grasas de origen vegetal, como el aceite de oliva. Las grasas saturadas son las que hay que evitar.
Una dieta pensada para reducir el colesterol debe aportar 30 g diarios de fibra, que disminuye la absorción a nivel intestinal de colesterol. Incluir una gran variedad de frutas y verduras para aportar antioxidantes como la vitamina C, y aceite de oliva para la vitamina E y los ácidos grasos insaturados.
Las grasas y los dulces se encuentran en el vértice de la pirámide. Esto significa que su aporte diario debe ser mínimo respecto al resto de alimentos. Las grasas nos aportarán 30% de la energía diaria por su alto contenido en calorías, pero en cuanto a las cantidades tiene que ser menos que en el caso de otros alimentos. Para tener un aporte correcto de lípidos, este porcentaje debe dividirse en: como máximo un 7% de las grasas deben ser saturadas, las grasas monoinsaturadas estarán entre el 13-18% y las poliinsaturadas como máximo un 10%. La cantidad máxima de colesterol a consumir será de 300 mg/día. Y el consumo de omega 3 debe estar entre 0,2-2 g por día.
El aceite recomendado para personas con colesterol sería el de oliva ya que tiene un alto contenido en vitamina E y polifenoles, que proporcionan una buena actividad antioxidante. Es rico en grasas monoinsatudas que ayudan a mantener un buen perfil lipídico, y por lo tanto es cardiosaludable. A nivel hepático estimula la secreción de las sales biliares, por lo que facilita la eliminación de colesterol. Sobre el sistema cardiovascular se ha comprobado que el aceite de oliva reduce la concentración de colesterol total y LDL, manteniendo o incluso aumentando la concentración de HDL. Disminuye la presión arterial e impide la coagulación excesiva, evitando así la formación de trombos.
Diversos estudios confirman los beneficios de la soja a nivel cardiovascular, ya que reduce el colesterol en sangre. Un estudio muestra que con el consumo de 25 g al día de soja los pacientes reducían la concentración de LDL considerablemente.
Las frutas y las verduras tienen fitoesteroles en vez de colesterol. Los fitoesteroles poseen una estructura muy parecida al colesterol, por lo que en el intestino ocupan los sitios que deberían llenarse con el colesterol para su absorción y, por lo tanto, hacen que el cuerpo no absorba dicho colesterol.
Los ácidos grasos omega 3 provienen del pescado azul y de alguna fuente de origen vegetal, como el aceite de lino o las nueces. Se consideran grasas esenciales, ya que nuestro organismo no es capaz de sintetizarlos. Al ser poliinsaturados, estas grasas ayudan a reducir el riesgo cardiovascular y tiene cierta acción vasodilatadora por lo que disminuye el riesgo de obstrucción de las arterias. Su diferencia principal con los fitoesteroles es que no reducen el colesterol absorbido, sino que mejoran el perfil lipídico aumentando las HDL y disminuyendo las LDL. También tiene cierto efecto en la reducción en sangre de la concentración de triglicéridos. La ingesta de omega 3 con la dieta es más que suficiente si se consume dos o tres veces por semana de pescado azul, en el caso de que no se consuma pescado, puede ingerirse frutos secos como las nueces.