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El colesterol es un problema de salud muy habitual que conviene combatir. Según el Centro de Investigación de Arterioesclerosis, un 20-25% de la población adulta tiene unos niveles de colesterol superiores a los 250 mg/dl, y en un 60% son superiores a 200 mg/dl.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, el colesterol es fundamental para la existencia del ser humano ya que:
- Se sitúa en la membrana de las células y ayuda a que estas mantengan su integridad.
- Contribuye al metabolismo de síntesis de vitamina D que realiza el organismo. Esta vitamina es importante para regular el calcio, esencial, por ejemplo, para formar los huesos.
- El colesterol participa en el proceso de formación de las sales biliares. A partir del colesterol se obtiene una sustancia con la que se fabrican estas sales, que son esenciales para la digestión de las grasas.
- Se necesita colesterol para la creación de hormonas sexuales, por ejemplo, los estrógenos.
Para transportar el colesterol por nuestro organismo se utilizan las lipoproteínas, hay de dos tipos las de elevada densidad HDL (colesterol bueno) y las de baja densidad LDL (colesterol malo). El colesterol se puede aportar a través de la dieta o sintetizarlo el cuerpo mismo. Las LDL son las encargadas de llevar el colesterol a los tejidos más alejados del hígado y, por lo tanto, permanecen más tiempo en sangre. El colesterol sobrante de los tejidos es recogido por las HDL para llevarlo hacia el hígado y excretarlo.
Un exceso de LDL son las causantes del aumento del riesgo de que se depositen en las arterías y puedan causar un coágulo, conocido como placa de ateroma. Las LDL se consideran peligrosas porque se oxidan rápidamente y es cuando suponen un mayor riesgo para la salud. Por su parte, las HDL tienen un mecanismo a través del cual recogen de las arterías el colesterol sobrante y crean una protección frente a la formación de los coágulos antes mencionados.
Se considera que se tiene un buen perfil lipídico si no se detectan niveles elevados de colesterol ni triglicéridos por encima de los valores adecuados, y si la concentración de HDL se encuentra por encima de LDL.
Los niveles de colesterol en sangre pueden aumentar por una dieta indebida, pero también por enfermedades como disfunciones hepáticas o de la tiroides y por niveles de triglicéridos, por diabetes, obesidad e insuficiencia renal.
El colesterol supone un riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, y más concretamente un infarto de miocardio por su acumulación en las arterías. El infarto de miocardio es la muerte de un trozo de músculo cardíaco. Esto se produce cuando la arteria se obstruye por la acumulación de colesterol y provoca que no llegue sangre al músculo. Por eso se recomienda controlar sus niveles para reducir ese riesgo.
La arterioesclerosis es una enfermedad de las arterias que consiste en el depósito anormal de grasa en sus paredes, sobre todo de colesterol (en concreto LDL). Estos depósitos producen una reacción inflamatoria por la proliferación de célula. Entonces se forma una placa de ateroma que crece hacia el interior de la arteria y por eso se crea la obstrucción de esta. La sangre fluye con más dificultad por culpa de esta obstrucción y causa un aumento de la presión arterial. La arterioesclerosis que se forma en las arterias del corazón se produce por la acumulación de colesterol, mientras que la que se crea en las arterias del cerebro tiene más que ver con la hipertensión. Por eso se dice que todos los factores están relacionados entre sí y unos afectan a otros dentro del organismo.