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La hemoglobina es una proteína contenida en el interior de los glóbulos rojos. Tiene la característica de que cuando está en un medio que contiene glucosa, como la sangre, un cierto porcentaje de la misma ata la glucosa a su estructura. Este porcentaje guarda una proporción con la cantidad de glucosa que ha habido en la sangre durante todo el tiempo de vida de los globulos rojos.
Como dicho tiempo es de unos tres meses, el porcentaje existente de hemoglobina glucosilada en un momento determinado se representará como un promedio de la cantidad de glucosa que ha habido en la sangre en aquellos tres meses. Se ha comprobado que aquellas personas diabéticas en las que los resultados de la hemoglobina suelen ser bajos, difícilmente tienen complicaciones, muy al contrario de lo que sucede en las personas cuyos resultados son usualmente altos, en los que las probabilidades de aparición de complicaciones son muy altas.
Por ello la Hb-A1c es un gran marcador de las probabilidades de padecer complicaciones específicas de la diabetes y por la misma razón de la calidad del tratamiento de la diabetes. Mantener resultados lo más bajos posible se ha convertido en un objetivo para el tratamiento. Y una meta de la máxima importancia. ¿Cuáles son los valores recomendables? Las personas no diabéticas no suelen pasar de 5,5%.
Entre la población diabética un resultado de este tipo sólo se consigue en diabetes tipo 2 bien corregidas. Resultados de 5,5% en diabetes tipo 1 pueden ser peligrosos ya que enmascaran muchas hipoglucemias. Para las complicaciones se puede afirmar que los resultados de la Hb-A1c que no superen el 7,5% han de considerarse buenos. Un importante incremento de la frecuencia de las complicaciones se detecta a partir de 8,2%, pero los malos resultados hay que esperarlos cuando se supera el 9%. Estos datos se refieren a la diabetes tipo 1. En la diabetes tipo 2 habría que ser más exigente y el mejor objetivo sería no superar el 7%.